Tejas

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Tejas

Como los ladrillos, las tejas se formaban con una pasta húmeda de arcilla que se sometía a cocción tras haber recibido la forma deseada, curva o plana.

Para realizar tejas curvas, se colocaba la pasta de barro en el molde llamado argadilla o gradilla, con forma trapezoidal, de unos 45 centímetros de longitud y un extremo de 30 centímetros mientras que el opuesto, más estrecho, medía como 20 centímetros, lo que confiere a la pieza la forma de sección de cono. De allí se secaba, tras pasar el rasero y se depositaba sobre la superficie curva del galápago.

Una vez curvada, se dejaba secar hasta que el grado de consistencia permitía su  cocción, realizada en hornos parecidos a los utilizados para obtener ladrillos, en los que se depositaban hasta seis capas de tejas colocadas verticalmente.

La tradicional  teja árabe o lomuda, tan utilizada en España, se coloca, en dos capas, sobre la torta de barro que remata la estructura de la cubierta. La capa inferior está constituida por la teja canal, la que se dispone con el lomo hacia abajo, sobre la que posteriormente se coloca la cobija, es decir, la que lleva el lomo puesto hacia arriba.

Una variante de esta cubierta de teja es el peculiar tejado a la segoviana, que se extiende por las provincias de Burgos, Valladolid, Segovia, Soria y Palencia, parecida a la anterior pero cuyas piezas tienen una forma más parecida a una sección de cilindro que de cono, con los bordes tratados de manera que se puedan adosar entre ellas de manera perfecta. Además, y ello es lo exclusivo de esta cubierta a torta y lomo, se coloca sólo la capa de tejas canales sobre el barro que constituye el apoyo de las piezas.

Parece que el motivo de desarrollar este tipo de cubiertas está en razones fiscales, ya que se cotizaba por cada pieza empleada en las cubiertas.

Las tejas eran tan apreciadas en largas etapas de la historia que el propietario de una vivienda podía llevarse las que formaban el tejado de su casa cuando mudaba de alojamiento.

También son muy usadas las tejas planas, ya utilizadas en Grecia y Roma, lisas o con muescas que permiten su adaptación a cubiertas de inclinación pronunciada, por lo que son muy usadas en grandes zonas europeas muy húmedas.