Revocos

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Revocos

La palabra revoco viene de la misma raíz que el término rebozo, derivado de reboço, es decir, de lo que cubre alguna cosa con una delgada capa para aislarlo o protegerlo, pero mientras que para la prenda de abrigo y para la aplicación culinaria se escribe con la consonante b, para el uso constructivo se utiliza ahora la letra v.

En efecto, un revoco es la aplicación de una capa fina y continuada sobre un paramento con objeto de proteger la fábrica constructiva.

Los revocos son muy utilizados  sobre muros de material fácilmente disgregable, como  algunos de los levantados con adobe, pero también se usan abundantemente sobre otros realizados con piedras de todo tipo, incluso de sillería y no sólo por su aspecto decorativo sino por su eficaz función protectora. Muchas de las fábricas pétreas que hoy suelen dejar al descubierto los arquitectos en las restauraciones actuales se concibieron para estar ocultas, bien por la mala disposición del aparejo, que no se cuidó porque se sabía que no sería visto como porque muchas de las piedras usadas habitualmente en construcción son de mala calidad, fácilmente atacables por diferentes sustancias, demasiado blandas o deleznables e inadecuadas si se les priva de la protección que les otorgaba el revoco.

Además de su función protectora el revoco se utiliza con frecuencia para simular elementos arquitectónicos que aparentan estar realizados con materiales más costosos,

en pilastras, cornisas, columnas o frontones.

Revocos de tierra

Muy utilizados en grandes zonas del mundo, Pueden presentar colores muy diferentes según la tonalidad de la tierra empleada que , a su vez, se modifica con el tono de las arenas o los cereales presentes en la mezcla.

Revocos de yeso

Los revocos de yeso son poco utilizados ahora en exteriores aún cuando hay algunos de extraordinaria calidad. Podemos recordar que en muchas zonas de España se hacían incluso esculturas de yeso para las portadas de los templos y palacios, colocadas, por tanto, a la intemperie, que mantenían su firmeza pese al ataque de las inclemencias atmosféricas.

El yeso al exterior, generalmente mezclado con tierra o con cal, se utilizaba también en forma de bandas que dibujaban rombos, líneas y otros motivos o como bolas adosadas al muro para impedir que se realizara sobre éste  el juego de pelota.

Muchas veces se incluía en la unión de dos bandas o círculos un fragmento de carbón o de alguna otra piedra oscura para animar la decoración de estos muros.

Para los revocos interiores se utiliza mayor cantidad de material, en las zonas más bajas, como arrimaderos o zócalos.

También se empleó mucho el yeso tanto para realizar la base  que recubriría las esculturas policromadas como para imitar materiales pétreos en la elaboración de altares y retablos, procurando que pareciera de piedras decorativas lo que  era de madera, sobre todo para eludir las ordenanzas de Carlos III en las que se exigía, para evitar incendios, que este mobiliario litúrgico estuviera realizado con mármoles o piedras.

Revocos de cal

Los revocos de cal son variadísimos y su aplicación se ha realizado siempre en función de la prestación que se esperaba de este material, sea como protector y consolidante, sea como desinfectante habitual en épocas de epidemias, donde se aplicaba en ligeras lechadas o aguas de cal, tan habituales todavía en grandes zonas de nuestra geografía donde los blanqueos de cal permiten reflejar en  parte los excesivamente cálidos rayos solares, contribuyendo a obtener con su uso una temperatura interior más agradable en las casas enjalbegadas.

Para aplicar los revocos se cuidaba de que el muro estuviera perfectamente seco y limpio, tras ser cepillado. Se humedecía luego para asegurar la perfecta adherencia y se procedía a realizar la aplicación de la pasta, que generalmente se colocaba en tres o más capas muy finas.

Los revocos de cal más habituales son  el tendido, el revoco a la madrileña, común en muchas zonas de España desde el siglo XVIII, el revoco a la catalana, llamado así porque aunque era de uso normal en otras zonas en las últimas etapas de su utilización sólo lo realizaban artesanos catalanes que lo colocaban con una o dos capas  coloreadas no en masa sino tras el secado de las mismas, el revoco liso y el bruñido, el rústico o pétreo, el revoco picado, el revoco a la martellina, el revoco a la rasqueta, el esgrafiado y todos los que imitaban ladrillo.

Los esgrafiados, evolución de la técnica de la ajaraca, requieren la aplicación de varias capas, generalmente de distintos colores, excavadas de modo que al rebajar la superior aparezca contrastando el tono de la inferior.

El revoco que imita un aparejo de ladrillo era muy habitual en zonas donde se levantaban los muros con tierra. Lo comenta el francés Bartolomé Joly en su Voyage en Espagne, 1603-1606.

El revoco a la tirolesa, que hoy se hace proyectado, se realizaba tradicionalmente arrojando la mezcla sobre el muro con la ayuda de una escobilla.